Lo que aprendí a ser y lo que ahora empiezo a elegir#
Durante mucho tiempo, ni siquiera pensé que tenía una identidad de género. Yo era “hombre”, y punto. Crecí en una familia donde eso parecía tan natural como respirar. Nadie me explicaba qué significaba ser hombre, pero todos sabíamos lo que se esperaba.
Influencias familiares y sociales#
Fui socializado en una familia de médicos, católica, con ideas muy claras sobre el deber, el orden y la "buena conducta". El modelo masculino estaba asociado al autocontrol, la fuerza, la lógica, la autoridad.
Tip
Mi papá encarnaba ese modelo tradicional de masculinidad: proveedor, exigente, racional, y emocionalmente reservado.
Mi mamá, en cambio, encarnaba otro modelo: el del cuidado, la escucha, la contención. Fue con ella que descubrí que también podía llorar, o sentir, sin dejar de ser hombre.
Mi hermana, por su parte, fue quien con más claridad me interpeló sobre mis privilegios. Señaló comportamientos míos que yo no identificaba como machistas. Y tenía razón.
Lo que no se dice también educa#
En mi infancia y adolescencia, la masculinidad no se discutía: simplemente se asumía. Las expectativas eran silenciosas pero fuertes: no llorar, no mostrarse débil, sobresalir, proteger.
Warning
Ese mandato de masculinidad rígida no solo oprime a otros: también limita a quienes se supone que deben encarnarlo.
Como sostiene Olavarría (1997), los hombres no nacen con poder, pero son socializados para ocuparlo —a veces sin darse cuenta. Y es esa naturalización del privilegio lo que hace tan difícil romper el ciclo.
Encuentro con lo personal y lo político#
Uno de los momentos más reveladores fue al ver El secreto del río, una serie trabajada en clase. Me vi reflejado en personajes que sufren por no encajar, por no poder expresar lo que sienten, por el miedo constante al rechazo. Sentí una incomodidad que me enseñó más que muchas definiciones.
¿Por qué me incomodó?
Porque me hizo recordar cuántas veces me callé para parecer “normal”, para evitar la burla o la mirada inquisidora. Y cuántas veces, sin saberlo, reproduje esas mismas violencias con otros.
El género como categoría para pensar(nos)#
Gracias al curso entendí que el género no es una esencia ni una biología, sino una construcción social —como lo plantea Joan Scott (1990), una categoría útil para el análisis histórico y de poder.
Note
Desde esta perspectiva, el género es una herramienta que revela jerarquías, normas impuestas y desigualdades invisibilizadas en nuestra vida cotidiana.
Y si el género se construye, también se puede reconstruir. No estoy condenado a ser el hombre que me dijeron que debía ser.
Cierre: identidad como proceso#
Hoy no tengo una identidad cerrada. Lo que tengo es un proceso. Un movimiento. Una intención.
Estoy aprendiendo a escuchar más. A cuestionarme. A sentir sin culpa. A cuidar sin miedo. A hablar de lo que antes callaba.
Tal vez eso sea lo más importante: descubrir que la libertad también puede comenzar por desobedecer los modelos heredados.